domingo, 9 de noviembre de 2014

La sotana roja (Roger Peyrefitte)



El mismo día, dos hombres, sentados uno al lado de otro en un banco retirado y oscuro de la iglesia de Santa Práxedes, no lejos de Santa María la Mayor, conversaban en voz baja, fingiendo rezar el rosario. Uno de ellos, clavo, sexagenario, de grueso cuello y elevada estatura, vestía el traje negro de clergyman; pero por el borde del cuello sobresalía un poco de seda violeta que, con el anillo de oro de su mano derecha, delataba su rango episcopal; el otro, cuadragenario, más menudo, pero también de complexión recia, tenía tupidos cabellos rojos. El primero era monseñor Casimiro Larvenkus, presidente del IOR (Instituto para las Obras de Religión, el Banco de la Santa Sede), obispo titular de Rotondo, cerca de Cartago; el segundo, Nikita Krachtachiknilkov, el agente 32 de la KGB italiana. Para sus entrevistas secretas utilizaban esta iglesia de Santa Práxedes, donde monseñor Larvenkus no corría el riesgo de encontrarse con el cardenal McDanna, arzobispo del Cabo, cuyo título cardenalicio lleva. Larvenkus, nacido en Chicago y de origen lituano, amaba este barrio de la Ciudad eterna en que Pio XI había instalado el Russicum para la educación del clero ruso, con su anexo, el colegio pontificio ruso de Santa Teresa del Niño Jesús, y el agente soviético creía respirar en él cierto aire de su patria.

Roger Peyrefitte. La sotana roja. Plaza & Janes, 1983.

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