domingo, 28 de diciembre de 2014

Tiziano (Alejandro Dumas)



Sin embargo, hacia la misma época, Tiziano acababa los dos retratos del duque Octavio y del cardenal Farnesio, dos obras de arte de perfección desesperante, y a los cuales la crítica más austera no hubiera podido hallar la sombra de un defecto. En esto, Miguel Ángel le hacía plena justicia. Según la enérgica expresión de Buonarotti, Tiziani no tenía igual para imitar la vida ("contraffare il vivo"). Nada más exacto que esa frase a la cual la pública admiración se encargó de sancionar brillantemente. Tiziano acababa de exponer en una terraza su retrato de Pablo III para que se secara el barniz. Los ciudadanos que pasaban por ese lugar dirigían su mirada a la tela, creyendo que era realmente el Papa tomando el fresco en el balcón; se inclinaban respetuosamente y hacían grandes reverencias. La anécdota ha sido referida por Benedetto Varchi, uno de los más grandes y verídicos historiadores que posee Italia.
Se comprenderán los esfuerzos del Papa por conserva a su lado a tal artista. Donaciones, honores, privilegios para el padre; beneficios, obispados, para los hijos. Se pusieron en juego toda clase de ofrecimientos para que residiera en Roma. Se llegó hasta a proponerle el cargo de piombo, especie de sinecura vacante desde la muerte de fray Sebastián, y que producía de trescientos a cuatrocientos escudos. Pero a Tiziano no le agradaba la corte de Roma. No hallaba en ella el fasto que pudiera hacerle olvidar la amistad de sus íntimos, ni la amistad que pudiera indemnizarle de esa vida espléndida y brillante, tan de su gusto.

Tiziano. Alejandro Dumas. Tres maestros: Miguel Ángel, Tiziano, Rafael. Gadir, 2013.

jueves, 18 de diciembre de 2014

Bernini (Howard Hibbard)


Sant`Andrea al Quirinale es la culminación lógica  de los principios que Bernini había estado desarrollando durante décadas y que tan brillantemente iluminó la Capilla Cornano. La ampliación de sus objetivos hasta incluir la arquitectura no quiere decir que esta capilla pueda ser considerada como un eslabón fruto de su anterior evolución arquitectónica. Tampoco puede compararse Sant`Andrea al Quirinale con obras puramente arquitectónicas, como las iglesias contemporáneas de Borromini. Bernini no trabajaba como un arquitecto tradicional, sino que empleaba sus recursos arquitectónicos con objetivos específicos: la arquitectura no habría de discutirse conforme a criterios estrictamente formales más que la ornamentación; una y otra desarrollan su papel dentro de un conjunto teórico global. Al igual que su escultura, la arquitectura de Bernini está fundamentada en una concepción del arte más amplia que la existente con anterioridad. El propio Bernini valoraba esta iglesia por encima de todas sus obras de este género. Un día Doménico Bernini se dirigió a la iglesia para orar, encontrando a su padre en un extremo de la misma, contemplando el pequeño interior con evidente satisfacción. Doménico le preguntó: "¿Qué estás haciendo aquí, solo y en silencio?" Bernini respondió: "Hijo, siento una especial satisfacción en el fondo de mi corazón por esta particular pieza de arquitectura, y vengo aquí con frecuencia para olvidarme de mis obligaciones y encontrar consuelo en mi obra". Doménico encontró algo nuevo en esa actitud, ya que su padre nunca había dado muestras de estar satisfecho con ninguna de sus obras, "puesto que las consideraba a todas de una belleza muy inferior a la Belleza que conocía y que había imaginado en su mente".

Howard Hibbard. Bernini. Xairat Ediciones, 1982.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Roma (Émile Zola)




Darío ordenó a su cochero que subiese al Pincio: era obligatoria la vuelta por el Pincio en aquellos claros atardeceres magníficos. Y llegaron primero a la plaza del Pueblo, la más abierta y de mayor regularidad que tiene Roma, con las varias calles que a ella afluyen y las iglesias simétricas, el obelisco central y sus dos masas de arbolado, que hacían juego, a uno y otro lado de la blanca calzada, entre los edificios majestuosos, dorados por el sol. A continuación se metió el coche por los vericuetos del Pincio, camino zigzagueante, magnífico, adornado de bajos relieves, de estatuas, de fuentes; una verdadera apoteosis de mármol, un recordatorio de la Roma antigua que se alzaba entre la vegetación. Cuando llegaron a lo alto, le produjo a Pedro aquel jardín una impresión de pequeñez; aquello no era más que un gran cuadrado, con las cuatro avenidas indispensables para que los carruajes pudiesen girar indefinidamente. Aquellas avenidas se hallaban bordeadas por una hilera interrumpida de bustos de los hombres ilustres de la antigua y la nueva Italia. Admiró, sobre todo, los árboles, los ejemplares más variados y raros, seleccionados y conservados con sumo cuidado, casi todos de follaje permanente; esto hacía que, lo mismo en verano que en invierno, persistiese allí la admirable umbría, matizada con toques de todos los tonos verdes imaginables. El carruaje empezó a dar vueltas por aquellas frescas avenidas, en pos de otros carruajes, que formaban una corriente continua, que nunca disminuía.


Émile Zola. Roma. CVS Ediciones, 1975.

martes, 9 de diciembre de 2014

El peor remedio (Donna Leon)


Brunetti miraba el sobre de encima de todo, tan abstraído en lo que Vianello acababa de decirle que lo único que percibía era un triángulo verde pálido. Poco a poco, fue perfilándose el dibujo: un soldado galo con su esposa agonizando a los pies y la espada clavada en su propio cuerpo. "Roma, Museo Nazionale Romano", se leía en un borde lateral y en otro: "Galatea suicida". En la base un número: "750".

Donna Leon. El peor remedio. (Booket, 2006)