martes, 20 de enero de 2015

Aviator (Antonio Praena)


Siguiendo el curso inverso de los pájaros,
como Aníbal poco antes
de emprender su marcha a Roma,
si no encuentro el camino,
lo creo.

Aviator. Antonio Praena. Yo he querido ser grúa muchas veces. Visor, 2014.

lunes, 19 de enero de 2015

Las noches salvajes (Cyril Collard)



Y en el hotel, hablo con Omar. Ha decidido ir a Roma para ver a una amante. Harán el amor por la noche y mañana irán a Ostia para hacer fotos. me propone que le acompañe. No quiero ir. Vuelvo a París.

Cyril Collard. Las noches salvajes. Tusquets, 2002.

domingo, 11 de enero de 2015

En busca de Italia (Ulrich Pohlmann)



 Roma representaba sin lugar a dudas la etapa más importante de cualquier viaje artístico a Italia. Hasta 1870, la mayoría de los relatos de viaje definían la Ciudad Eterna como la cuna de la civilización occidental, pero al mismo tiempo como un "mausoleo inerte de la Historia" y un "cementerio cultural" (Wilhelm Waetzoldt) de época imperiales pasadas donde, según Hippolyte Taine, no podía hacerse otra cosa "que cursar estudios de arte, arqueología e historia". En Roma eran posibles los encuentros con monumentos de la Antigüedad, la Edad Media, el Renacimiento y el Barroco, además de con el arte de un Rafael o un Miguel Ángel, cuyas obras, hasta entonces, sólo se conocían mediante reproducciones o piezas de escayola. "Roma era mi destino", dice Anselm Feuerbach, en 1856, durante su primera estancia en la Ciudad Eterna. "Frente al Apolo de Belvedere se produjo una revolución en mí y fui consciente de que me convertía en otro ser humano" Feuerbach fue uno de los incontables artistas que en el siglo XIX se trasladaron a Roma para perfeccionar e intentar armonizar sus fantasías con la realidad. En la Ciudad Eterna, los artistas alemanes se relacionaban habitualmente en la Agrupación Alemana de Artistas, fundada en 1845. Otra plataforma era Villa Malta, adquirida por el rey de Baviera, Luis I, en 1818, que por su condición de "acrópolis alemana en Roma" reunía a distintos artistas, desde Johann Wilhelm Schirmer y Oswald Achenbach -miembros de la Escuela de Pintura de Dusserdorf- hasta los nazarenos Overbeck y Peter Cornelius. Importantes escultores y pintores franceses -y también arquitectos desde 1720- llegaron a la ciudad del Tíber tras ser galardonados con el Prix de Rome otorgado por la Academia Real de Pintura y Escultura, que incluía una estancia de cuatro años, durante los cuales se desarrollaban artísticamente en Villa Médicis, que desde 1803 albergaba la Academia de Francia de Roma, fundada en 1666. Desde Roma, los becarios -entre los que se encontraban Léon Cogniet, Camille Corot, Huppolyte Flandrin y Ernest Hébert, además de los arquitectos Félix-Emmanuel Callet, Francois Boulanger, Charles Garnier y Alfred-Nicolas Normand- emprendían excursiones a la campagna o a otras regiones y ciudades de Italia. Las obras creadas en Italia se enviaban ocasionalmente a París y se exponían en salones. Por otra parte, el Caffé Greco, no muy lejos de Villa Médicis, constituía un punto de encuentro, al margen de las rivalidades nacionales, para artistas de Escandinavia, Norteamérica, Francia y Alemania.

En busca de Italia. Ulrich Pohlmann. Ver Italia y morir. Skira Flammarion, 2009.

jueves, 8 de enero de 2015

Un suicidio curioso (Patricia Highsmith)


A las cinco y media de la tarde se encontraba en Roma, en un taxi que lo llevaba desde el aeropuerto hasta el hotel Majestic, donde le esperaba Lilian.
(...)
Encontró a Lilian de excelente humor. Acababa de comprar un montón de cosas en la via Condotti. Cenaron y luego fueron a dar un paseo en su carrozza por la via Borghese, hacia la piazza di Spagna y la piazza del Popolo.

Un suicidio curioso. Patricia Highsmith. Los cadáveres exquixitos. Circulo de lectores, 1995.